viernes, 23 de octubre de 2009

Nada es bueno...


Vuelven los exámenes, el tiempo de agobio, de quizás más sensibilidad emocional debido al estrés que producen...Además, has de quedarte en casa estudiando mientras tus amigos se van de concierto, al concierto al que tú querías ir, o simplemente salen a tomarse algo y a airearse.
Es duro de por sí, tener que aguantar este tipo de momentos, y encima si tu familia lo único que hace es criticarte, presionarte y, controlarte: que si no estudias, que qué haces en el ordenador, que te van a dar un susto...y sin embargo, me preguntan que por qué no he salido...Pero no saben, no saben todo lo que estás pasando...y lloras...amargamente, dándote cuenta que en ese momento no tienes a nadie, no quieres molestar a la gente a la que quieres, a tus amigos para esto, ellos están divirtiéndose, no se merecen que les amargue la noche...Así que me da por escuchar múscia, y realmente no mejora la situación, pones el aelatorio del ipod, y resulta que te sale una de las canciones más melancólicas, tristes y que más sentimientos aflora, que tienes en el reproductor. Y lloras aún más, pero después de esa canción empieza otra, con un tono distinto, esta no es triste, al menos en el ritmo, esta te hace parar de dejar caer lágrimas, te levantas y te miras en el espejo, te lavas la cara y te vuelves a mirar, sonries. Parece que todo vuelve a ir bien, ha sido un mal rato, pero aún queda en el subconsciente algo, que si haces una cosa te regañarán por los resultados, y si haces la contraria, te regañarán igualmente por descansar. Visto lo visto, nada es bueno...

Por cierto, antes de irme, la primera canción era:

La segunda era:


No es rap, pero te hace aflorar y desprenderte de aquello que no necesitas...


...La noche yo, y tú la luna...

sábado, 17 de octubre de 2009

Loco por ti

Rafael Lechowski sonaba en el equipo de música. Yo estaba allí, de pie, con los ojos desenfocados, la cabeza me daba vueltas. ¿Que me queda? Nada.. Repetía una y otra vez murmurando. Me dispuse a andar, salí de casa, subí por las escaleras, abrí la puerta que me llevaba al terrado. Desde allí se contemplaba toda la ciudad, estaba iluminada. Muchos me decían que tenía de todo, unos estudios, dinero y demás, pero, ¿qué sabían ellos? No sabían nada, se fijaban en lo superfluo, porque ¿de qué sirve tener unos estudios y dinero si no tienes nada de lo demás?. No sabían nada.

Solía ir al terrado, a que me diera el aire, me ponía escuchar música o meditaba sobre mis problemas. Seguía pensando en su última frase: me dijo adiós. Pero no había sido un adiós como el que le dices tú a tu amigo cuando te despides sabiendo que lo volverás a ver al día siguiente, no, fue un adiós seco, retumbó en mis oídos, ese adiós no fue para verle al día siguiente, fue para intentar no verme nunca más, y yo lo sabía. Me subí al muro del terrado que impedía que te pudieras caer al vacío, si andabas cerca. Daba impresión, veías las cosas desde otro punto de vista, ahora, nada me impedía poderme caer y desparecer para siempre, es lo que había querido desde hace tiempo, pero no de esta manera. Me quedé un rato allí sentado, moviendo las piernas de alante hacia atrás. Todo sucedió muy rápido, hice todas las fuerzas que pude con mis brazos para impulsarme, cerré los ojos, y noté el viento en mi cara.

Quizás no era lo más valiente, pero como dije antes, no se puede vivir sin sentirte importante para alguien, sin alguien que te de un beso por las mañanas y te diga te quiero, desde lo más profundo del corazón.
A mi entierro fueron mis padres, casi todos mis familiares, mis amigos, algunos compañeros del instituto. Entre ellos la vi, llorando, ¿qué hacía allí? Se supone que no quería verme más. A lo mejor se refería a que no quería verme vivo, pero entonces, ¿por qué lloraba?
Cuando terminó el entierro, todos se fueron a sus casas, mis padres se quedaron un rato más, mirando la tumba donde mi cuerpo se encontraba, pálido, inerte. Les pedí perdón, aunque me maldecían y se preguntaban porqué, sé que me disculparían. Les tendí un abrazo y un beso, aunque sé que no lo notaron. Vi que se iba, así que me dispuse a seguirla. Llegamos a su casa, sacó las llaves y abrió la puerta, entró y la cerró sin apenas fuerzas. Yo entré también, la seguí hasta su cuarto, se quitó el abrigo y se sentó sobre su cama. Entonces dijo sin voz: Yo te quería...


lunes, 5 de octubre de 2009

Prosa poética (Tú)


¿Qué decirte? Si lo sabes todo sobre mí,
sabes como soy, conoces mis defectos y, también mis virtudes
tú traiste a mi alma el calor de verano,
que te arropa cuando sientes frío, cuando te sientes solo.
Tu cuerpo es la armonía de un piano,
que suena lentamente susurrando mis oidos.
Tú eres el viento que me acaricia la cara,
que me seca las lágrimas cuando caigo en la desolación.
Eres mis canciones y, eres mis poemas,
tú eres la musicalidad del verso, la ternura de la prosa.
Tú que tienes la capacidad para que arda en mi desesperación,
me elegiste a mí, para llevarme a las nubes.
Eres ese sueño nocturno, y su recuerdo por el día.
Sentirte al lado es el ataraxia de cualquier hombre,
tú eres el máximo placer para cada uno de los sentidos:
sentir el suave tacto de tu piel, oler la fragancia de tu pelo rizado,
Saborear el abrazo de nuestras lenguas, observar tu profunda mirada,
oir el susurro de tu boca al decir te quiero.
Acércate, déjame ofrecerte un abrazo, y no soltarte,
déjame aprenderme de memoria cada parte de tu cuerpo,
déjame perderme en tu sexo y no encontrar la salida,
déjame perderme en tu corazón, para evitar que nunca me saques.

...Déjame amarte, y tú, serás mi mundo...