sábado, 17 de octubre de 2009

Loco por ti

Rafael Lechowski sonaba en el equipo de música. Yo estaba allí, de pie, con los ojos desenfocados, la cabeza me daba vueltas. ¿Que me queda? Nada.. Repetía una y otra vez murmurando. Me dispuse a andar, salí de casa, subí por las escaleras, abrí la puerta que me llevaba al terrado. Desde allí se contemplaba toda la ciudad, estaba iluminada. Muchos me decían que tenía de todo, unos estudios, dinero y demás, pero, ¿qué sabían ellos? No sabían nada, se fijaban en lo superfluo, porque ¿de qué sirve tener unos estudios y dinero si no tienes nada de lo demás?. No sabían nada.

Solía ir al terrado, a que me diera el aire, me ponía escuchar música o meditaba sobre mis problemas. Seguía pensando en su última frase: me dijo adiós. Pero no había sido un adiós como el que le dices tú a tu amigo cuando te despides sabiendo que lo volverás a ver al día siguiente, no, fue un adiós seco, retumbó en mis oídos, ese adiós no fue para verle al día siguiente, fue para intentar no verme nunca más, y yo lo sabía. Me subí al muro del terrado que impedía que te pudieras caer al vacío, si andabas cerca. Daba impresión, veías las cosas desde otro punto de vista, ahora, nada me impedía poderme caer y desparecer para siempre, es lo que había querido desde hace tiempo, pero no de esta manera. Me quedé un rato allí sentado, moviendo las piernas de alante hacia atrás. Todo sucedió muy rápido, hice todas las fuerzas que pude con mis brazos para impulsarme, cerré los ojos, y noté el viento en mi cara.

Quizás no era lo más valiente, pero como dije antes, no se puede vivir sin sentirte importante para alguien, sin alguien que te de un beso por las mañanas y te diga te quiero, desde lo más profundo del corazón.
A mi entierro fueron mis padres, casi todos mis familiares, mis amigos, algunos compañeros del instituto. Entre ellos la vi, llorando, ¿qué hacía allí? Se supone que no quería verme más. A lo mejor se refería a que no quería verme vivo, pero entonces, ¿por qué lloraba?
Cuando terminó el entierro, todos se fueron a sus casas, mis padres se quedaron un rato más, mirando la tumba donde mi cuerpo se encontraba, pálido, inerte. Les pedí perdón, aunque me maldecían y se preguntaban porqué, sé que me disculparían. Les tendí un abrazo y un beso, aunque sé que no lo notaron. Vi que se iba, así que me dispuse a seguirla. Llegamos a su casa, sacó las llaves y abrió la puerta, entró y la cerró sin apenas fuerzas. Yo entré también, la seguí hasta su cuarto, se quitó el abrigo y se sentó sobre su cama. Entonces dijo sin voz: Yo te quería...


1 comentario:

  1. es precioso...no sabía que se te diera tan bien escribir.
    Me has sorprendido,me gusta :)

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