lunes, 21 de marzo de 2011

Manda una carta, manda un mensaje, manda una canción

Apenas podía mantenerse erguido. Se había bebido más de media botella de ron solo, haciendo botelleo con sus amigos en un parque, pero allí no estaba cómodo. No eran sus amigos. Incluso llamarles colegas de marcha sería excederse. A ellos tampoco les importó demasiado que se fuera, habiéndoles convencido con un "ahora vuelvo".
Apenas podía enfocar sus ojos marrones. Se tocaba la cabeza a menudo notando como su pelo corto casi rascaba la palma de la mano. No buscaba a nadie. ¿Quizá algo? No, realmente no buscaba nada en realidad. Sólo buscaba ver que le ofrecía una noche a las 2, que se antojaba larga.
De pronto sus ojos se detuvieron en una silueta aunque a su cerebro le costara averiguar de quién se trataba. La miopía y el alcohol suele provocar ceguera a más allá de uno o dos metros. Se acercó y frenó en seco. Era ella. La misma de siempre. Se quedó parado y vio como hablaba con un chico. Él chico se fijó en que la estaba mirando y se lo comentó a ella. Se giró y le vio. No sonrió, ni él ni ella. Le dijo en voz baja un par de cosas al chico y se acercó con un  "Hola" y le dio dos besos en la mejilla. Se alejó y vio que la cara de él no había cambiado. Entonces le empezó a mirar a los ojos fijamente y ella se los mantuvo, y sin darse cuenta de lo que hacía exactamente atacó a sus labios con los propios, asestándole un beso. Ella se quedó inmóvil, o no sabía reaccionar. De fondo se oyó al chico gritando: "Eh, pero que haces hijo de puta" Pero le daba igual. Tenía los ojos cerrados y tenía que aprovechar ese segundo y medio de beso hasta que ella se diera cuenta de lo que estaba sucediendo y se quitara. Abrió los ojos y vio como el novio de ella le cogió de la chaqueta y le empujó amenazándole. Giró la cabeza y le vio a ella. Estaba asustada, rogándole a su novio que se detuviera. Todo estaba perdido. Se dió media vuelta y empezó a correr. Corrió en dirección contraria sin percatarse de nada cuando cruzando una calle recibe un golpe a la altura de la cadera y sale despedido algo más de 4 metros. Cuando quedó en el suelo, notaba como la sangre fluía por su cuerpo y como poco a poco su vista se iba nublando. No sentía dolor. Movía levemente la cabeza hacia los lados y sintió como unas manos le sujetaban la cabeza y le incorporaban levemente. Conocía esas manos, levantó la mirada y vio un rostro. No lo vio bien, pero sabía quien era. Esbozó una pequeña sonrisa y cerró los ojos.

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