Y es que, a diferencia del resto del mundo, yo no creo en el amor como en algo etéreo, como una magia que te sacude y te vuelve feliz, no. El amor, para mí, es dependencia, necesidades que cubrir, y qué quieres que te diga, no me apetece tener más necesidades que la de levantarme por la mañana para volverme a acostar. No em apetece tener más dependencia que la de volver a cada rato a coger un nuevo folio en blanco y tatuarle mis pensamientos. El problema está en que se supone que cada uno elige lo que quiere ser. Se supone que cada uno elige lo que quiere hacer. Pero yo no elegí nada, todo vino por algo que no logré controlar. Tenía buena pinta y acepté. Ya estaba durando demasiado. Me dejé llevar y tiempo después lo sigo pagando.
Ahora, con un cigarro en la mano, y con un vaso de brugal con hielo, me encuentro sentado en el rincón de un bar. No sé ni como se llama. Afuera hace frío y tenía que meterme en algún lado. Aquí estoy, sentado, sintiendo que me estoy matando, bebiendo y fumando, engañando al tiempo para soñar despierto y morir soñando.
...pero lloro todos los días.
El auténtico amor te consume
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