miércoles, 29 de diciembre de 2010

No hay lágrima en mis ojos...

Ni todos los caminos llevan a Roma, ni todos los caminos llevan al amor. Tú le dices la palabra amor a alguien y la imagen de un corazón rojo latiendo gigante en su cabeza, o la de su pareja a la que tanto quiere, le llegará a la cabeza. Sinceramente, el amor no es ni un corazón, ni una persona ni ninguna de esas gilipolleces. El amor no es bonito, no es algo bueno, no es estar a tres metros sobre el cielo. Realmente el amor es una maldición. Te hipnotiza y te ciega. Hace que no pienses en tus intereses, o que te importen una mierda. Y si no piensas en ti, nadie lo hace por ti, y acabas a tres metros bajo tierra.

Y es que, a diferencia del resto del mundo, yo no creo en el amor como en algo etéreo, como una magia que te sacude y te vuelve feliz, no. El amor, para mí, es dependencia, necesidades que cubrir, y qué quieres que te diga, no me apetece tener más necesidades que la de levantarme por la mañana para volverme a acostar. No em apetece tener más dependencia que la de volver a cada rato a coger un nuevo folio en blanco y tatuarle mis pensamientos. El problema está en que se supone que cada uno elige lo que quiere ser. Se supone que cada uno elige lo que quiere hacer. Pero yo no elegí nada, todo vino por algo que no logré controlar. Tenía buena pinta y acepté. Ya estaba durando demasiado. Me dejé llevar y tiempo después lo sigo pagando.

Ahora, con un cigarro en la mano, y con un vaso de brugal con hielo, me encuentro sentado en el rincón de un bar. No sé ni como se llama. Afuera hace frío y tenía que meterme en algún lado. Aquí estoy, sentado, sintiendo que me estoy matando, bebiendo y fumando, engañando al tiempo para soñar despierto y morir soñando.



...pero lloro todos los días.

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