sábado, 20 de noviembre de 2010

Mike (1ª Parte)

Iba caminando por una calle peatonal bastante transitada en hora punta. Pero no era hora punta. Serían las siete de la tarde. No lo sabía. Hacía tiempo que no sabía la hora más que por las campanas de una iglesia cercana de donde solía dormir y por algún que otro reloj de algún escaparate de algún negocio. Hacía bastante frío. Vestía un chaquetón marrón viejo y parcialmente roto. Unos pantalones vaqueros desgastados y unos zapatos negros manchados y destrozados. Decidí sentarme en el rincón de un portal de un edificio que daba a esa calle. Miraba al suelo, ido. Una colilla encendida apareció en el campo de visión de mis ojos golpeando mi pie derecho. Levanté la vista y un hombre trajeado andaba veloz maletín en mano. Alargué el brazo hasta coger el cigarrillo a punto de morir. Le di el par de caladas que le quedaban y lo apagué chafándolo en el suelo. Vivir así era un infierno. Antes molaba, pero ahora, sin dinero, sin casa, sin amigos, sin familia, ya no tenía gracia. Las drogas están bien cuando puedes compartirlas y disfrutarlas con gente, y siempre que no te pases de la línea. Y yo no me pasé de la línea sino que la pasé, di 4 vueltas al mundo y la volví a cruzar. Todo lo había perdido por culpa de la maldita heroína. Ahora ya desenganchado, por voluntad o por moral, pero me dije basta ya con 24 años, tras 6 años enganchado, cuando me di cuenta que me quedé sin nada. Todo empezó por las malas compañías. Empecé a fumar por nerviosismo y a beber más de lo normal con apenas 18, ya ves lo que son las cosas. Más tarde, ya por cuenta propia, eso no me afectaba tanto y pasé a los porros y a alguna raya de cocaína cuando salía de vez en cuando a discotecas y demás. Pero no me gustaba la coca., sentir las moléculas de cocaína pasar por mi nariz me provocaba una reacción desagradable. Un amigo de por entonces me dijo de probar la heroína, que le habían dicho que daba un pelotazo de la leche. Además, en una película, uno decía que era mejor que un orgasmo. Ya tenía que ser bueno. Pero el problema de no terminar de ver una película era que no sabías como podías acabar. Y acabé así. Tirado en la calle, sin más que unos 3 euros diarios que podía conseguir, suficiente para comer cualquier mierda una vez al día y poder de vez en cuando comprarme una botella de whiskey si la gente portaba.

Alzaba la vista y me dedicaba a ver la cara de la gente. Veías siempre gente con todos los gestos posibles. Veías a un grupo de jóvenes con la vida por delante riendo, una pareja que podrían tener mi edad, dos abuelos andando a su ritmo, en silencio. Debe ser que conforme vas cumpliendo años tienes menos ganas de llamar la atención. Como si no quisieras demostrar al mundo que ya no eres el que eras. Que el tiempo avanza impune, y que terminará por vencerte.

Pasaron las horas y el sol se fue de viaje al otro lado del charco y la luna me vino a visitar. Seguía en el mismo rincón. No tenía otra cosa que hacer. Moverse suponía perder las calorías que necesitaría de madrugada si no conseguía encontrar un sitio cerrado donde pasar la noche. El reloj de la farmacia que había en frente marcaba las 11 y media de la noche, y la calle seguía bastante transitada. De repente, la imagen de un rostro me golpeó el cerebro y me quedé intrigado. Esa cara me sonaba, no sabía de quién era, pero el caso es que me sonaba. Era una chica de pelo castaño rizado, ataviada con un abrigo negro que le cubría desde casi el cuello hasta las rodillas. No lograba identificarla. Mi vida pasaba por mis ojos para compararla con alguien conocido en algún momento de mi pasado. De repente, una imagen se paró. Tendría yo 16 años por entonces. Las imágenes ahora pasaban lento hasta que el yo de esa colección de foto-recuerdos llegó a los 18. Entonces paró y desaparecieron. No entendía nada, hasta que sus ojos se cruzaron con los míos. Entonces adiviné quién era. Era ella. Tenía que ser ella...

3 comentarios:

  1. acho tío...enhorabuena por el texto.
    pero he de decir que...te has pasado tronco...

    ResponderEliminar
  2. "Debe ser que conforme vas cumpliendo años tienes menos ganas de llamar la atención". Qué gran verdad.

    Me he quedado con ganas de leer más.

    PD. No deberías haber dejado a medio Trainspotting. Y he decir que el libro mola más. ;)

    ResponderEliminar
  3. Eres bueno, hermano. Pero eso lo sé yo desde hace mucho :)

    ResponderEliminar