miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sin Ángel Guardián

-No vas a volver, lo sé de sobra, aunque no quiera convencerme de ello.- Dije con un nudo en la garganta al oír mis propias palabras. Estaba hablando con ella como si estuviera hablando conmigo mismo. Odiaba decir a la gente esas cosas que uno se tiene que decir a sí mismo y callarse. Pero siempre me iba de la lengua de más.
-Eso no lo sé. Quizás tengas razón, o a lo mejor en unas semanas veo que te sigo echando de menos. No lo sé, me siento agobiada. Necesito mi espacio.- Me respondió con una voz triste apenas convincente.
-Pero entonces ¿me estás dando un tiempo o qué es esto?.-Me sentía completamente ido. No sabía exactamente de qué iba el tema. O no quería verlo. Quizás en el fondo sabía a dónde quería llegar, pero estaba dándole vueltas al tema para que no se acabara.
- Sabes que no me gusta lo del tiempo. Haz tu vida, yo voy a hacer la mía. No quiero que estés esperándome, porque no me parece justo.
-¿Qué? No sé si te has dado cuenta que has sido mi vida durante demasiado tiempo. No esperes que haga otra vida porque sólo conozco esta.- Estaba con los ojos hinchados, con lágrimas en los ojos, a punto de querer matarla, matarme, o destruir el mundo.
-Jack, no me hagas esto más difícil por favor, yo tampoco lo estoy pasando bien, ¿vale?.- Soltó ella con tono casi de súplica.
-¡No! Ahora resulta que yo soy el malo... ¿En serio quieres que se acabe?
- ¡Tú no eres el malo, no hay un culpable en esto!Lo he estado pasando fatal. No es tu culpa, no sé, necesito estar sola ahora.
Me levanté cabreado. No podía creerlo. Todo se estaba desmoronando. Un cigarro fumado en el suelo a punto de ser pisado. Ni de lejos, pisado no, hubiera sido demasiado rápido. Era la chusta de un cigarro abandonado, dejando que el viento consuma lo poco que queda de mí. Así me sentía. Como una cachimba que no tira. Como una noche sin luna. Vacío, abandonado de cojones. Era un puto perro callejero sin dueño, suplicando que me aceptase como mascota.
- No puedo creerlo... Yo venía a arreglar las cosas. A intentarlo de una vez por todas y volver a estar como siempre.
-Ya, pero es que no va a mejor. Es que no veo que pueda mejorar. Y creo que es mejor terminar ahora que no esperar un mes y que pueda acabar peor.- Ella lo decía como intentando autoconvencerse. No estaba segura de lo que estaba diciendo, pero sabía que no iba a dar marcha atrás. -No sé, necesito vivir mi propia vida. No me gusta nadie. No te estoy dejando por otro ni nada. Sólo es eso...
-Ese cuento ya me lo conozco.- Cada palabra que decía me sentía más imbécil. Me sentía que estaba más lejos de ella, pero es que era así. Sentía que la estaba cagando, pero daba lo mismo. Sé que no volvería conmigo. Así que le decía lo primero que se me pasaba por la cabeza, realmente lo pensara o no. Le llegué a mentir, no recuerdo sobre qué, pero recuerdo que le mentí, no voluntariamente, sólo que ya no sabía ni qué decir.
-No es ningún cuento ¿vale? Joder, Jack, todo este tiempo he estado genial. He sido más feliz contigo que con cualquier otra persona, pero es que no aguanto más. No quiero perder el contacto contigo. Quiero que seamos amigos- Apenas habían fuerza en sus palabras. Lo decía casi sin voz. Esa fuerza se habían condensado en lágrimas. Realmente lo estaba pasando mal. Decidí callar. Claro que no estaba de acuerdo ni conforme con sus palabras pero no conseguía decir nada. Abría la boca, pero nada salía de ellas. Mis lágrimas que pasaban por el lado de mis labios habían absorvido mi voz. No me quedaban palabras para responder a eso. Ella se estaba yendo. Estaba con las maletas fuera, y echando la última mirada dentro para después cerrar la puerta de mi corazón. Y cuando cerró, se guardó la llave sin querer. No sé para qué la hubiera querido guardársela a posta. Mi corazón sólo eran cascotes de arena cayendo sobre el resto de mis vísceras. Nada quedaba.
-¿Me puedes dar un abrazo, por favor?.- Jamás imaginé que así fuera a acabar. Pidiéndome un abrazo, como si de un amigo se tratase. Me sentí muerto. Sentía como si nada fuera cierto. Me estaba pidiendo un abrazo mientras me decía adiós. No se lo merecía. Pero sí se lo merecía... En las pelis me tendría que haber ido y no volver a verle, pero no era una película...desgraciadamente, eso era real.


Mientas, no lejos de allí, alguien estaba dando un concierto.

2 comentarios:

  1. No podemos..."
    ...dijo Seda con súbita tristeza.
    "¿Por qué no", gritó Jo sorprendida. "¿Acaso no es ésta la tierra de Haz lo que quieras?"
    "Sí", dijo Seda. "Pero es hora de volver al árbol lejano. Esta tierra pronto se trasladará... y, aunque es bella, no podemos vivir aquí para siempre."
    "¡Dios mío no!", dijo Jo. "Nuestros padres no podrían estar sin nosotros..."

    Nota: Cita de "El Árbol Lejano" de Enid Blyton.

    ResponderEliminar
  2. La verdad es que es tristemente real.

    ResponderEliminar